Llegamos al condado de OldCarucedo con bastantes ánimos, la guerra tenía pinta de acabar por fin, y probablemente con nuestra victoria. Me encontraba acompañado de nuestros extraordinarios hombres, el soldado del pitillo, el soldado cowboy, el soldado titán, el reportero y el soldado novato.
Al principio tuvimos un avance rápido y sin fisuras, sin bajas considerables y haciendo retroceder a nuestro enemigo hasta su última fortaleza. Fue tiempo para atrincherarnos y prepararnos para el último asalto, con chanzas hacia el enemigo, sobre todo por parte del soldado cowboy, y aprovechando para que el soldado reportero nos tomase unas de esas fotografías que tanto escándalo montan últimamente. Fue la calma que precede a la tempestad.
A partir de este punto la lucha se volvió una disputa encarnizada por cada metro de terreno, nos la jugábamos en cada movimiento que hacíamos, esos cabrones se defendían con uñas y dientes. Además las apariciones por el frente del Padre Cross no ayudaban para nada, siempre llegaba borracho a pegar unos tiros al bulto, insultar un poco al personal y se iba… una lástima.
Aquí empezamos a tener nuestras primeras bajas importantes, como la del soldado titán. Nos quedábamos sin opciones, por lo que tuve que recurrir a una misión casi suicida para robar el mapa con la ubicación de las minas y para ello envié a nuestro hombre más curtido, el soldado del pitillo. Durante un tiempo creímos que había muerto, puesto que no regresó en el tiempo estimado, pero mi confianza en él no fue en vano y consiguió escapar con el dichoso mapa. Mientras tanto nos habíamos dedicado a rescatar ranchos de las manos confederadas y a debilitar su fuerte con nuestros cañones.
Desde ese momento nuestro avance fue algo más rápido, pese a que perdimos a nuestro artificiero experto, pero entre el soldado cowboy y el soldado novato consiguieron encargarse del campo de minas, y todo parecía indicar que por fin conseguiríamos acabar con nuestros enemigos.
La batalla final fue una autentica lucha de coyotes heridos. Sus fuerzas aunque debilitadas seguían siendo considerables y nosotros estábamos ya cansados y con poca munición, teníamos que ganar o morir. Y así lo entendió el soldado cowboy, demostrando que tenía más pelotas que el caballo de General Custer, se lanzó a por el enemigo abriendo una brecha en su defensa a costa de su vida que aprovechamos para dar fin a esta lucha tomando su fuerte y dando muerte a su rudo y peligroso comandante.
Todo era alegría y celebración, puesto que con esta batalla terminaba la guerra y los Estados Confederados eran derrotados. Hasta que volvimos a la ciudad de OldCarucedo para celebrar nuestra victoria y disfrutar de un merecido descanso. Y es que el hijo de mil padres de Harry y su banda de malnacidos se habían hecho con el control del lugar… Y no será bajo mi mando que unos cabrones se adueñan por la fuerza de una ciudad y viven para contarlo, como decía el Padre Cross, vive Dios que no…
Suerte para sus cabezas que ahora éramos pocos, cansados, heridos y con poca munición. Nos tuvimos que retirar jurando que volveríamos a ese pueblo, no podía estar en manos de Harry, vive Dios que no.